Decidir crear una pieza digital viene de la intención de crear algo participativo. Decidir que sea un espacio virtual accesible desde fuera del museo, tiene el propósito de divulgar/expandir eso que ocurre dentro...

Es ambiciosa la pretensión de “transformar” el museo habitándolo. Se plantea un entramado complejísimo de reflexiones, infinitas líneas de fuga y un montón de cuestiones. Decido abordarlo desde el arte, desde lo creativo, desde lo no categórico. Siendo coherente con mi tiempo y con mis modos de hacer, lo hago desde lo virtual y desde lo participativo. ¿Por qué así? ¿Es la mejor manera? ¿Existen otras? Mi objetivo con “Intersticios” tiene que ver con (intentar) ampliar campos de reflexión, no ser concluyente. Sería ingenuo, arrogante e imposible. En este sentido, acepto ocupar el territorio de la contradicción. 

Decidir crear una pieza digital viene de la intención de crear algo participativo. Decidir que sea un espacio virtual accesible desde fuera del museo, tiene el propósito de divulgar/expandir eso que ocurre dentro; convertir el conocimiento derivado de la experiencia en algo ubicuo
De este modo es inevitable que me cuestione lo que implica digitalizar la experiencia y compartirla, digitalizar la experiencia de museo, los peligros y las potencialidades de virtualizar lo subjetivo (que como dije en el post anterior, es en el terreno desde donde me interesa moverme y que nos movamos).

Lo digital genera una nueva cultura de la memoria en la que las lógicas lineales y la causalidad pierden valor en un universo interconectado de inmediatez. Intersticios será una especie de nube activada y construida por visitantes del museo que responderán(o no) a la pregunta que la pantalla les plantea. Se generan así todo tipo de narrativas secundarias que tienen que ver con la colección, pues parten de ella, pero que quizá hayan estado hasta entonces invisibilizadas. La participación es libre y es privada. Intersticios es una obra polifónica que permite crear coherencia a través de elementos discontinuos. Genera relaciones hipertextuales donde pequeños momentos históricos pueden condensar datos relevantes para el presente. Democratizando el acceso a la participación en ese desierto pasillo del museo, lo que se pretende no es hacer uso de la colección (que elegida y expuesta de un modo concreto implica un discurso concreto) como herramienta de dominación ideológica sino lo contrario: ampliar los discursos de la memoria y aceptarlos como esenciales para imaginar y crear.  Lo que se procura es que tomemos partido y como agentes implicados en el museo, lo habitemos de forma activa y pensante. Uno de los objetivos será que aprovecharemos lo que el museo puede ofrecernos en las disciplinas que sean de nuestro interés, para enriquecernos de forma bidireccional. No se trata por lo tanto de generar finales por medio de una colección de información que aparente ser neutral, sino de crear puntos de partida y debates, reciclar información y discursos del pasado haciéndolos nuestros.

Hasta aquí, mis intenciones.  Mías, porque Intersticios no es inocuo. Cualquier artefacto implica un discurso de lo real que debe ser cuestionado. Mi discurso posiblemente alimenta la visión utópica del “todas las personas tienen voz en Internet, todos y todas somos productores”. La realidad se impone y hay que subrayarla; es indudable que mi pieza estará mediada, que existen normas, que existe un contexto, que existe una brecha entre quienes tenga un móvil en el bolsillo y quienes no. Que el acceso a la futura web desde donde se visualice lo que pase en el museo estará posiblemente mediado por Google y sus normas. Todo esto no es inerme. ¿Alguien leerá las condiciones de uso y la política de privacidad de Intersticios? Sobre mi autoría y mi autoridad, hablaré en el próximo post.

Fecha de publicación:
12 de Diciembre de 2017
Imagen
Clara Harguindey

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