¿Cabe la crítica institucional en la institución? Al disfrutar de la beca “Habitar para transformar” Clara Harguindey reflexiona sobre su capacidad real de cambiar el museo desde dentro de él.

Lección de Arte, Habitar para transformar e Intersticios nacen de un modo crítico de pensar la institución. Las tres propuestas (que derivan unas de otras) apuestan por la permanencia de los museos de arte (del Museo Thyssen en particular) pero siendo otro(s). Las tres reflexionan sobre sus espacios, sobre sus públicos y sobre el modo en que se media entre unos y otros. Sabemos que la mediación, en exceso, es peligrosa y dominante. La crítica subraya la necesidad de intervenir, pero cuestiona quién debe estar al frente generando nuevas demandas de emancipación. Reivindicamos entonces al público como protagonista del cambio. Queremos mejorar el museo y por extensión, mejorar el mundo. Me presento como candidata para transformar el museo habitándolo, con la sutil arrogancia implícita en este acto, y dibujo en mi propuesta el terreno posible para guiar el cambio. Cuando eligen mi propuesta, me dejan entrar por la puerta de atrás del museo, me hacen un carnet de becada y descuentos en la cafetería. Ahora que formo parte del equipo que crea cosas dentro de la institución, llega el momento de la autocrítica. ¿Es el público el verdadero protagonista? Al desear administrar la cultura ¿no aceptamos y reproducimos una misma relación desigual, pero desenfocada y quizá entonces, más peligrosa? 

En “Culture and administration” escribe Adorno: “El llamamiento a los creadores de cultura para que se retiren del proceso de administración y se mantengan alejados de él suena a falso, ya que tal cosa no sólo les privaría de la posibilidad de ganarse la vida, sino también de la existencia de cualquier clase de efecto y de contacto entre la obra de arte y la sociedad, algo que la obra de mayor integridad no se puede permitir de ningún modo so pena de desaparecer”.

¿Puede estar la crítica al museo dentro del museo? Según mis intuiciones, es en el primer lugar que debe estar, pero indudablemente, como señala Brian Holmes en “Investigaciones extradisciplinares. Hacia una nueva crítica de las instituciones" (2007) todo dispositivo crítico se verá fagocitado y absorbido por la institución. Posiblemente seamos quienes amamos los museos quienes alimentamos su poder, su monopolio y control sobre el arte. Escribe también Adorno, que si a la cultura se la deja sola nos arriesgamos “a perder no solo la posibilidad de un efecto, sino su existencia misma” transformando de forma insalvable “las ideas en dominación”. Me pregunto, ¿por qué estamos tan seguros de que sin control, el modo de entender el arte se desvirtúa? Y si lo estamos, si sin control la cultura desaparece porque a nadie le interesa cuidarla ¿por qué seguimos empeñados en esta difícil empresa? Creo que aceptar y legitimar políticas de control y dominación como irremediablemente necesarias en el progreso objetivo de mejora del museo (y de la sociedad) tiene más que ver con nosotros y nuestros intereses, en nuestra experiencia propia y amor hacia los museos, ¿se puede definir el coste real que supondría la pérdida del museo para aquellos que no los visitan nunca?

Por no leer siempre a la escuela de Frankfurt, leí a Hayek (¡qué miedo!). “El reconocimiento de los límites insuperables de su conocimiento debiera enseñar al estudioso de la sociedad una lección de humildad que lo protegiera en contra de la posibilidad de convertirse en cómplice de la tendencia fatal de los hombres a controlar la sociedad, una tendencia que no sólo los convierte en tiranos de sus semejantes, sino que puede llevarlos a destruir una civilización no diseñada por ningún cerebro, alimentada de los esfuerzos libres de millones de individuos”.

Aceptando la contradicción y la probable imposibilidad de cambiar de manera radical la institución (intentando convertirla en lo que no es), dejando de concebirla como único espacio posible para la reflexión creativa y la creación artística, a la hora de desarrollar “Intersticios” apunto algunas ideas que pueden cambiar el museo por medio de la creación:

  • Reivindicar lo individual. Subrayar, no obstante, que lo que se inserta en el discurso del museo implicará de forma insalvable ciertos sentidos. 
  • Ocupar los espacios del museo que no parezcan museo (¿entonces los espacios libres, también serán conquistados por el poder que la institución ejerce sobre las ideas y modos de entender?)
  • Sacar al museo fuera de forma que se relativice su poder como institución (lo virtual puede ser un buen lugar).
  • Incluir en el museo creaciones que no tengan el aura de “arte”.
  • Aspirando a ser no concluyente, me encantaría escuchar críticas a esta crítica. 
Fecha de publicación:
12 de Diciembre de 2017
Imagen
Clara Harguindey

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