En un museo no cabe el mundo entero pero los museos pueden hacer algo más de este mundo en el que están inmersos. No quiero museos solo espejos de lo que me rodea, quiero museos que produzcan más que reflejos de una realidad existente.

¿Para qué un museo? ¿Con quiénes un museo? ¿por qué los museos? Son preguntas que aparecen en la mente de un educador y que intentamos responder en el propio hacer, en las ideologías y teorías que reafirman o dar forma a las decisiones que tomamos sobre nuestra práctica.
 
Probablemente no exista un educador que no haya imaginado un museo diferente al que conoce, o un educador que no crea que sus acciones son aportes valiosos, alterantes o aditivos a las condiciones existentes de ese lugar. Los educadores que trabajan en museos, se fascinan y se disgustan con estos todo el tiempo, lo repiensan y ensayan en cada acción que proponen con otros.
 
Los museos son ante todo personas, situaciones, espacios, deseos, creencias, lógicas de razonamiento, imágenes y símbolos en definición permanente, procesos y modos de convivencia social. En un escenario democrático, un museo como institución cívica se compromete a abrir a la pregunta sobre sí mismo y a experimentar otras posibilidades para este.
 
Al repensar un museo, prefiero empezar por repensar el mundo en el que vivo, lo que me entusiasma de este, lo que renueva mi conexión con otras personas, lo que me hace sentir parte y diferente al mismo tiempo, aquello por lo que vale la pena esforzarse y cambiar especialmente.
 
Si un museo más allá de las experiencias, los encuentros, los 
conocimientos compartidos, los aprendizajes construidos, las metodologías exploradas también... facilitara ejercicios de libertad y de diversidad, hiciera posibles nuevos escenarios de acciones reales y concretas, fuera capaz de ensanchar un poco más la condiciones de ciudadanía o modificar las desigualdades existentes.
 
Al repensar un museo, empiezo por el deseo y ciertas convicciones...Creo en museos que reconocen la subjetividad valiosa de cada persona que lo habita. Creo en museo que pueden proponer espacios para hacer juntos en el terreno de las diferencias sin anular las disputas de sentidos. Creo en museos que pueden colaborar por recuperar la dignidad de los que no son escuchados fuera de estos.
 
Creo en museos ecosistemas, complejos y repletos de organismos que se necesitan mutuamente; Museos caja de resonancias, que vibran, hacen eco, toman del entorno, generan nuevos sonidos; Museos porosos, por ser incompletos, permeables; Museos moebius, que se dan vuelta sobre sí mismos, no tienen adentro y afuera; Museos elásticos que se expanden, se tensan, son flexibles y se transforman. Espero que el encuentro de noviembre en el Museo Thyssen sea otra oportunidad para repensarnos como educadores, para imaginar otras realidades, de repensar lo que queremos y creemos del mundo (y de los museos).

Fecha de publicación:
5 de Octubre de 2017
Imagen
Florencia González de Langarica

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