Una escuela de arquitectura que era mucho más
Edificio de la Bauhaus en Dessau, 1977
El Ballet triádico,1920-1922, de Oskar Schlemmer
Sello de la Bauhaus, 1922, de Oskar Schlemmer
Cuna Bauhaus, 1922, de Peter Keller
Juego de ajedrez, 1924, de Josef Hartwig

¡Haus!

En la Alemania de 1919 entra en escena la escuela Bauhaus, cuyo nombre surge de la unión de dos palabras: por una parte, Bau, que se traduce como construcción, y por otra, Haus, que significa casa. 

Cuando Paul Klee entró a la escuela en 1921 se incorporaba a un proyecto educativo innovador que apostaba por el encuentro de lenguajes artísticos, entre la pintura y el textil, la escultura y la gráfica, la arquitectura y el diseño industrial… 

En la Bauhaus se buscaba desbordar los límites de las artes para caminar hacia un proyecto que, partiendo de la producción artística, pretendía ir mucho más allá: crear un arte total que se impregnara lo cotidiano, diseñar los espacios que acogerían la nueva vida moderna.

Desbordar la casa. Expandir la ciudad
Casa giratoria, 1921, 183. Paul Klee

¿Donde termina la casa?

La idea de desbordamiento que propone la Bauhaus está muy presente en Casa giratoria, 1921, 183, que Paul Klee realiza el mismo año de su llegada a la escuela. La obra nos muestra una casa cuyos límites se desmontan, la escalera se lanza hacia el exterior, las ventanas se proyectan, de dentro a afuera, de afuera adentro. ¿Dónde termina aquí la casa, el territorio de lo íntimo y lo doméstico? ¿Dónde empieza ese otro espacio que, por contraposición, podríamos llamar espacio público? Klee nos presenta así una casa y sus (des)estructuras, pero también nos hace una propuesta urbana: una ciudad de casas expandidas. 

El espacio, sus formas y formatos, fue uno de los temas de reflexión del pintor a lo largo de su vida, los armazones que lo organizan, las diversas arquitecturas que lo conforman, los sistemas espaciales complejos que se generan a partir de ellas. Una inquietud que comparte con otros artistas de la Bauhaus.

Vista a una plaza, 1912, 10. Paul Klee
Grupo de casas en primavera. Johannes Itten
Arquitectura II (El hombre de Potin). Lyonel Feininger
La dama de malva. Lyonel Feininger

Ciudades orgánicas

En este caso, la ciudad fluida que propone Klee, esta casa flotante, nos sitúa en un espacio que reta nuestros parámetros urbanos tradicionales, porque aquí la organización racional y estática de la ciudad ha sido anulada por las lógicas de lo orgánico más propias del mundo natural. Justo en contraposición con la naturaleza era como Klee entendía la ciudad, un lugar donde todo ha sido dispuesto con total orden, con las normas y las leyes que el ser humano construye.

Ciertamente las ciudades, desde su origen, tomaron forma a partir de la separación entre el espacio urbano y todo lo demás, estableciendo una línea divisoria entre lo civilizado y lo no civilizado que marcaban sus murallas. Así, a lo largo de los siglos, el trazado de las cercas definió las ciudades. Pero ¿ha sido siempre el orden lo que ha primado en las ciudades?

Plano de la ciudad de Berna, 1638, de Matthäus Merian
La ciudad, escenario de la vida moderna

Como bien sabían en la Bauhaus, un nuevo modo de vida requiere de nuevos espacios, y ya desde el siglo XIX las ciudades habían ido mutando para incorporar una organización nueva y convertirse en los escenarios por excelencia de la modernidad, una transformación que acabó cristalizando con los grandes proyectos urbanísticos de aquellos años. En París, fue la renovación de Haussmann, en Barcelona el Plan Cerdá, en Madrid, el proyecto del Ensanche de Carlos M.ª de Castro. 

¿Qué tal un paseo por estas proyecciones de la nueva ciudad, ese modelo que hoy día habitamos?

Plan de París con indicaciones de las calles nuevas y de los trabajos de ejecución, 1853
Ensanche de Barcelona. Plano de los alrededores de la ciudad de Barcelona y del proyecto para su mejora y ampliación, 1859
Ensanche de Madrid, anteproyecto: plano general de la zona del Ensanche de Carlos María de Castro, 1857

Orden y control espacial

Recorrer visualmente el trazado urbano de todos estos planos nos evoca ciertas ideas: orden y control espacial. Estamos en entornos perfectamente estructurados, con manzanas y calles de trazados geométricos que imprimen a la ciudad moderna la racionalidad efectiva buscada por el capitalismo, el signo definidor del espacio vital de los nuevos tiempos. Al menos eso es lo que nos muestran.

Usted está aquí: pensar sobre la ciudad desde la ciudad

Te invitamos ahora a continuar pensando en el espacio desde un espacio concreto, a saltar de la pintura para aterrizar en la ciudad, una cualquiera, la que quieras imaginarte. 

Nosotras vamos a movernos por Madrid, una ciudad que, como no podía ser de otra forma, también tuvo muros o murallas, cinco en total a lo largo de su historia. Y fue precisamente la vida moderna, con sus trenes y fábricas, sus ritmos acelerados y sus multitudes crecientes, la que hizo saltar por los aires esa ordenación de límites amurallados antes incuestionable.

Plano de las distintas cercas de Madrid, 1847
Estación del Mediodía, Madrid, hacia 1910, de Hermanos Missé
Fábrica de cerveza El Águila, Madrid, principios siglo XX

Arrabales

En Madrid, de hecho, los márgenes urbanos tomaron forma y consistencia antes que el propio ensanche, dando lugar, primero en los arrabales que crecían al norte y al sur y después en los barrios de autoconstrucción, donde se fueron asentando las masas obreras desde mediados del siglo XX, a una ciudad informal de crecimiento orgánico, un espacio cambiante cuyo inestable diseño no respondía al orden y las estructuras, sino a las necesidades impuestas por las urgencias cotidianas. 

En esa otra ciudad lo rural y lo urbano se cruzan, pero no por ello es menos moderna. Porque después de todo, el nuevo orden de los espacios tiene muchas caras, y se despliega en una urbe que se define ahora por la segregación y el desplazamiento, un lugar donde lo formal y lo informal, lo planificado y lo orgánico, conviven. 

La vida moderna toma así todo tipo de formas, una diversidad que responde a esos múltiples contextos urbanos, pero también a los tipos de vivienda que nos albergan y habitamos. Porque sus diseños y formas marcan los modos en los que nos relacionamos con el entorno y las personas con las que convivimos, tanto dentro como fuera del espacio doméstico. 

¿Hasta qué punto estas arquitecturas modulan nuestras vidas?

Formas de casas, formas de vida

Desde finales del siglo XIX las ciudades fueron incorporando en su paisaje una enorme proliferación de distintos tipos de vivienda, que se distribuyeron en distintas zonas y que pertenecieron a las más variadas clases sociales. En este paseo por escenarios de vida urbanos vamos a visitar tan solo algunos de ellos, porque continuamos caminando por esa ciudad fluctuante y viva que brota en los barrios obreros, unas áreas que, en Madrid, fueron creciendo especialmente al sur de la ciudad.

Porche de una casa, Cataluña, de Baldomer Gili Roig
Interior de corrala del Paseo de Yeserías, Madrid, 1987
Corrala en el barrio de Adelfas, Madrid, 1986
Corrala en Lavapiés, Madrid, hacia 1930

Una familia extensa

En aquellos arrabales que desbordaron los muros y que después se convirtieron en nuevos barrios obreros se extendieron las viviendas de autoconstrucción, a veces casitas bajas más o menos estables y otras chabolas de frágil estructura que, cuando era necesario aprovechar el suelo, crecían en altura para convertirse en corralas organizadas alrededor de un patio. 

Como sucede en la obra de Klee, en estas viviendas de pequeñas dimensiones y pocos recursos, los límites entre dentro y fuera también quedan diluidos. La vida sucede en los corredores de las corralas, en los patios, en las puertas y plazas, y el vecindario se va conformando como una familia extensa que teje en las calles unas redes necesarias para sostener un día a día complejo e implacable. 

Aquí la convivencia es estrecha e intensa, se disuelve en la experiencia colectiva, porque estas casas no se ofrecen al recogimiento y la intimidad que solemos asociar a la vivienda. 

Sin embargo, estas nociones no siempre se identificaron con los espacios domésticos, sino que se fueron construyendo a lo largo del tiempo y se asentaron a medida que las formas de vida modernas fueron consolidándose. ¿Cómo fue ese proceso?

Una casa = Una familia
Casas para obreros edificadas por la Constructora Benéfica en el barrio de Pacífico, Madrid, 1883, de Juan Colomba
Jean Laurent Calle de Castelar, Madrid, anterior a 1903
Colonia Virgen de las Gracias en Carabanchel, Madrid, 1955
Bloque de viviendas en el barrio de la Concepción, Madrid, 2016

Viviendas unifamiliares

Cuando nos adentramos en el siglo XX, recorrer la evolución de las ciudades supone asistir a un espectacular crecimiento que no solo se da en cuanto a sus dimensiones sino también en su población. En la misma proporción, y paralelamente, a la expansión urbana fueron creciendo las necesidades de vivienda. 

En esos inicios de siglo, el problema llega hasta tal punto que se hacen necesarias respuestas urgentes para paliar la necesidad de vivienda social. En Madrid, son pioneros proyectos como los de la Constructora Benéfica que, en barrios como Pacífico o Tetuán, impulsaron promociones de vivienda obrera de carácter unifamiliar. 

Una vivienda para una familia. Otro tipo de casa, otras formas de vida. Otra moralidad, otras relaciones. Un lugar pensado para la reclusión, llamado a convertirse en ese refugio individual, solitario, que se hace propio y estable a través de la propiedad privada. 

En espacios como éste se asentaba la idea de que la casa había ido tomando forma de vivienda burguesa. Fue así como se levantaron los muros entre los espacios y las esferas, la pública y la doméstica, entre los roles y los géneros. ¿Qué ideas se instalaron así en nuestras vidas y viviendas? ¿Qué debe tener un lugar para que lo llamemos casa?

El tamborilero desobediente. Nicolaes Maes
El espejo psiqué. Berthe Morisot
Mujer con frutero. Carl Holsoe
Muchacha cosiendo a máquina. Edward Hopper
Cuando la casa gira y nos sacude

¿Qué otras formas de vida y de vivienda?

En este recorrido por ciudades y casas, que hemos desarrollado a partir de la obra de Paul Klee, se nos ha ido desmontando el orden de lo urbano, hemos paseado por una ciudad sin estructura, hemos visitado casas de límites desdibujados, que tenían la calle en la cocina, el salón en la plaza. Y hemos visto cómo esas casas se han ido fortificando con muros, para demarcar espacios y conciencias, construyendo unas separaciones que son más ficticias que reales. 

Entonces, andábamos caminando por el siglo pasado, pero llegamos ahora al mundo contemporáneo: ¿Qué modelo urbano tenemos hoy? ¿Qué otras formas de vida y de vivienda? ¿Qué nuevos significados ha tomado la casa? 

Desde esta ubicación y perspectiva, la obra de Klee nos evoca otros mensajes, que hacen que interpretemos nuestro presente de una forma directa, potente y reveladora. 

Una casa que gira, que se mueve bajo nuestros pies, y cuya estabilidad ya no podemos dar por sentada, parece ser el claro reflejo de un momento marcado por la crisis de vivienda. 

Pero también se trata de una casa que rompe los muros que falsamente la separan del exterior, una casa porosa que muestra cómo el adentro y el afuera están interconectados, cómo lo doméstico se mezcla con lo público y lo individual con lo colectivo. 

Y nos señala así un nuevo camino, una invitación a pensar en otras formas de vida, a inventar otros tipos de refugio, unos construidos bajo las lógicas de lo comunitario, hechos de redes en lugar de muros.

Plantada de árboles durante las manifestaciones para reivindicar el Parque de las Cruces en Carabanchel, Madrid, 1982

La casa en el centro del tornado

Una invitación a pensar otros tipos de refugio

Beatriz Martins y Yolanda Riquelme
La liminal

En colaboración con el Área de de Educación del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

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