Un poco de historia
Caza entre papiros. Pintura mural en la tumba de Nebamun, XVIII Dinastía, hacia 1397-1351 a. C.
Santa Isabel ofreciendo pan y vino a los mendigos, hacia 1515

En el museo canta un carbonero

Las aves han tenido una presencia constante en el mundo del arte; desde los murales del antiguo Egipto hasta la obra de artistas contemporáneos —ha existido y existe una continua fascinación por atrapar el espíritu que encarnan—. Por ejemplo, en una de las pinturas murales de la tumba de Nebamun podemos ver una escena familiar, plena de sensualidad, donde el protagonista aparece cazando entre papiros —símbolo de la fecundidad— y en la que el artista muestra un profundo conocimiento de las aves representadas. 

Por su lado, las aves aparecen en las obras más antiguas del Museo Thyssen discretamente ubicadas, a veces, como pequeños apuntes apenas reconocibles, pero también como exuberantes conjuntos perfectamente identificables. En la tabla Santa Isabel ofreciendo pan y vino a los mendigos, un reconocible carbonero común trata de abrir una nuez a picotazos observado por un arrendajo. En la mitología pagana el carbonero es un ave portadora de salud y felicidad —¿sabes cómo canta un carbonero común?

De Hondecoeter a Gauguin

Pelícanos, gallinas, jilgueros...

Durante el siglo XVII, en los Países Bajos, surge un nuevo género dentro del gremio de artistas: la pintura de aves. Melchior de Hondecoeter (1636-1695) fue el más notable en esta especialidad. En una época en que la que la obra decorativa era reclamada por burgueses y propietarios de orangeries, Hondecoeter destacó como artista de aves, hasta tal punto que se veía forzado a cumplir encargos repitiendo fragmentos de obras anteriores, como queda bien patente en las varias versiones del cuadro Un pelícano y otras aves cerca de una piscina (La pluma flotante), que vemos en esta galería —¿sabrías identificar algunas de las especies de ave que aparecen en la obra?—. Mucho más tarde, Paul Gauguin (1848-1903) encuentra en las aves de corral un motivo menos pomposo, como ocurre En el gallinero, de hacia 1878. Con estilo suelto y pincelada gruesa sintetiza en pocos trazos el mundo rural, la armonía entre ser humano y naturaleza que tanto buscó. 

A lo largo del siglo XVII el bodegón adquiere el carácter de género por sí mismo, permitiendo a las y los artistas lucirse en la representación de los cristales, el metal o las texturas de frutas y flores, aunque aún con una importante carga de lección moral. Las aves hacen su aparición en estas obras, la mayoría de las veces como piezas de caza dispuestas en una mesa, como ocurre en la pintura de Clara Peeters (h. 1588-h. 1621) Bodegón con gavilán, aves, porcelana y conchas, de 1611, que puede verse en el Museo Nacional del Prado. Por su lado, pintores como Willem van Aelst (1627-h. 1687) en Bodegón con frutas, de 1664, incorpora a los jilgueros como elemento vivo, sin atisbo de vanitas ni mensajes morales, simplemente dejando constancia de la belleza de lo natural.

Dentro del género de la pintura de aves es muy relevante la pieza El cisne amenazado de Jan Asselijn (h. 1610-1652) que, más allá de su valor artístico, destaca como alegoría política —la obra puede contemplarse en el Rijksmuseum—. En dicha pintura, el cisne defiende su nido frente a un perro apenas visible, identificado en su época como el enemigo del estado. El realismo del vuelo seguramente se consiguió colgando a un ave muerta de una serie de hilos para dibujarla mejor, un truco que después usaría el naturalista y pintor John James Audubon (1785-1851).

Becada, Juan Varela
Aves al por mayor y colaboraciones

En muchas ocasiones los artistas se lucen “rellenando” el lienzo con multitud de aves bien detalladas. En este tipo de obras se mezclan tanto especies nativas de la Europa de aquella época como las que se fueron conociendo de América.

La rendición de los rebeldes sicilianos a Antonio de Moncada en 1411. David y KESSEL II Teniers ii
Cuatro buitres de diferentes especies, 1723, de Philipp Ferdinand de Hamilton

¿Pintores ornitólogos?

La demanda de obras donde las protagonistas fueran las aves condujo a la creación de trabajos desmesurados como los llamados conciertos o parlamentos de aves. De entre todas las pinturas conocidas, seguramente supera a todas el cuadro El parlamento de aves, de Karl Wilhelm Hamilton (1668-1754). El detalle con que aparecen más de cincuenta especies permite identificarlas con precisión de ornitólogo. Además, Hamilton recrea en el lienzo un poema del siglo XIV, también titulado El parlamento de aves, del escritor, filósofo, diplomático y poeta inglés Geoffrey Chaucer (h. 1343-1400). Este poema nos cuenta cómo distintas aves se reunieron un 14 de febrero para encontrar pareja, pero terminaron posponiendo la decisión para la siguiente primavera —la tradición de San Valentín parece que podría proceder de este poema—. 

La especialización en el gremio de los pintores holandeses llevó a colaboraciones que hoy consideraríamos imposibles: Brueghel y Rubens o David Teniers II (1610-1690) y Jan van Kessel I (1626-1679). De estos últimos artistas existe un buen ejemplo en el Museo Thyssen. En este caso, Van Kessel, muy diestro en la pintura de animales, crea un marco con símbolos y honores militares y adorna la parte superior con un concierto de aves que leen una partitura —entre las aves destaca, especialmente, la figura de una abubilla ¿quieres saber más sobre ella?—. Este tipo de pinturas, trabajadas por artistas como Frans Snyders (1579-1657), Jan Fyt (1611-1661), Kessel, Hamilton y otros, causaron furor entre los miembros de la burguesía y la aristocracia, que las encargaban en grandes formatos para adornar sus salones.

Los Hamilton (Karl Wilhelm y Philipp Ferdinand) fueron unos hábiles pintores animalistas y, en particular, Philipp Ferdinand Hamilton (1664-1750) destacó por sus bodegones de caza con numerosas aves muertas. En obras como Cuatro buitres de diferentes especies reúne en un mismo lienzo especies europeas, africanas y sudamericanas.

Buitre negro, obra de Juan Varela
Aves y ciencia

En los siglos XVIII y XIX las expediciones científicas y la difusión del conocimiento despiertan en los artistas la curiosidad por representar la naturaleza por sí misma, no como un simple escenario teatral en el que se mueve el ser humano, o como parte de las representaciones alegóricas. Artistas e ilustradoras/es encuentran un público ávido de conocer la fauna y paisajes exóticos.

Periquitos de Carolina, 1833, John James Audubon
Bodegón con aves exóticas, siglo XIX, obra de Alexandre-Isidore Leroy de Barde

Una mirada desde el arte

El ornitólogo, naturalista y pintor francés John James Audubon (1785-1851) trató de emular y superar los nueve tomos de la obra del ornitólogo Alexander Wilson (1766-1813) American Ornithology (1808-1814). Para ello recorrió buena parte de Estados Unidos dibujando todas las aves que pudo encontrar y describiendo algunas desconocidas. Finalmente consiguió financiación para publicar en Inglaterra, y por fascículos, todas las acuarelas que realizó en forma de grabados, un total de 435 —puedes encontrar todas sus láminas en Birds of America—. 

Una curiosa alternativa al bodegón tradicional fue iniciada por Georg Flegel (1566-1638) que en sus obras muestra los motivos, alimentos y bouquets florales, como trampantojos, en el interior de cajas o alacenas. El artista Alexandre-Isidore Leroy de Barde (1777-1828) retoma esta misma idea para crear piezas hiperrealistas e introducir a las aves en pequeños estantes, como un muestrario de un coleccionista. El resultado produce una inquietante sensación: una colección de especies de distintos continentes, tratadas con notable realismo, comparten un estrecho espacio, como congelados en el tiempo.

Así mismo, cuando el escritor, crítico de arte, sociólogo y artista John Ruskin (1819-1900) aborda la representación de aves aplica su concepto de que el arte debe ser una representación veraz del mundo tal como lo percibimos. Su forma desapasionada, casi científica, de mostrarnos un martín pescador o una perdiz muerta no deja dudas de sus intenciones —¿quieres conocer las obras con aves de Ruskin?

Orquídea y colibrí cerca de una cascada. Martin Johnson Heade
Peregrino atacando a azulones, 1929, de Bruno Liljefors
El draco blanco, hacia 1895, Joseph Crawhall

Wildlife art

Más allá del interés científico de Martin Johnson Heade (1819-1904) por la botánica y las aves, la composición Orquídea y colibrí cerca de una cascada ofrece otras lecturas. El autor crea esta obra con 83 años, tras largas estancias en los trópicos tratando de encontrar todas las especies de colibríes. El propio nombre de orquídeas proviene de la estructura de las raíces que recuerdan órganos sexuales masculinos (orquis); en la pintura el colibrí, como un dardo, observa el cáliz de la flor de la que, tal vez, espera libar. La cascada, al fondo, completa la escena como una reflexión, quizá, sobre el origen de la vida. 

El artista Bruno Liljefors (1860-1939) fue el precursor de lo que se ha dado en llamar wildlife art (el arte comprometido con la naturaleza). Desde su cabaña de caza en el archipiélago de Estocolmo, que solía compartir con el también pintor Anders Zorn (1860-1920), creó multitud de obras en las que la naturaleza aparecía como verdadero protagonista. Ya no son animales estáticos, Liljefors conoce su comportamiento y los dibuja del natural, crea una nueva escuela y un nuevo género en el arte.

Joseph Crawhall (1861-1913), por su lado, destacó en la representación a la acuarela de aves y otros animales. Se conocen pocas obras suyas porque destruía las que, con el paso del tiempo, dejaban de gustarle. Sus piezas muestran una cierta ternura y humor, fruto de su pasión por la naturaleza, y recogen la esencia del animal con una gran economía de trazo. Su visita a España y Marruecos tuvo una posterior influencia en su trabajo.

Búho real, Juan Varela
Halcón peregrino, Juan Varela
El ave conceptual

En el siglo XX las aves aparecen en la pintura como recurso estético o como vuelta a la alegoría o a lo que siempre ha representado para el ser humano: un anhelo de libertad.

La animalización del arte

Franz Marc (1880-1916) hace de los animales protagonistas de sus obras, como la que figura en la colección del museo, El sueño, pero probablemente la obra titulada Pájaros, que puede verse en la Lenbachhaus de Múnich, es la única en la que toma como motivo a las aves. Marc realizó esa pintura dos años antes de su muerte en el frente de Verdún, y posteriormente fue una de las obras requisadas por los nazis como “arte degenerado” y estuvo perdida durante un tiempo. El artista concedía un valor espiritual a su trabajo. En sus propias palabras “el azul es el masculino, el amarillo el femenino y el rojo aquél contra el que deben combatir los dos colores”.

La naturaleza abstracta

Se considera a Arthur G. Dove (1880-1946) como precursor del expresionismo abstracto en Estados Unidos. Desde niño tuvo una gran sensibilidad por la naturaleza. Mirlo, según sus propias palabras, es el resultado de su observación de esa ave en el jardín de su vivienda. En una carta dirigida a Alfred Stieglitz con fecha de 7 junio de 1942, Arthur Dove comentaba: «He estado observando un mirlo secándose en un árbol después de su baño, aquí, enfrente de mí».

Cacatúa

El universo personal de Joseph Cornell (1903-1972) incluía un notable interés por las aves que le impulsó a crear la serie Aviarios, consistente en cajas que contienen imágenes de aves recortadas sobre soporte de madera entre otros objetos encontrados y dispuestos al azar. Curiosamente alguna de ellas recuerda las composiciones del anteriormente mencionado Leroy de Barde.

¡Miró!

En la obra El pájaro relámpago cegado por el fuego de la luna, 1955, de Joan Miró (1893-1983) el ave aparece más como una mera referencia poética en el título que como imagen reconocible. El pájaro relámpago es un personaje de la mitología zulú, capaz de producir el trueno y el rayo con sus alas y garras.

Y un papagayo

En Thank You, 1971, Richard Lindner (1901-1978) propone una enigmática composición entre el erotismo de la mujer-domadora (¿dominadora?) y el papagayo, tal vez un farsante emplumado y parlanchín al que trata de mantener a raya.

Wildlife Artist

Celebrar la naturaleza

El papel de las aves en el arte contemporáneo parece haber desaparecido. El videoarte, la performance o las instalaciones muy raramente incluyen aves. La sensibilidad ambientalista, por otra parte, rechaza la posibilidad de integrar animales como cuerpos inertes. Todo ello es cierto, salvo que consideremos que el Wildlife Art, desarrollado a lo largo del siglo XX por ciertos artistas y despreciado por otros como simple “ilustración”, es un arte menor. Artistas como Lars Jonsson, Robert Bateman, entre muchos otros, demuestran que la figuración en el arte no ha desaparecido, al menos en lo que a celebración de la naturaleza se refiere.

Urraca, obra de Juan Varela

Arte de aves

Fuente de inspiración

Juan Varela
Biólogo y artista

En colaboración con el Área de de Educación del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza

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