Y llegó la pandemia. Y se suspendieron las sesiones en el museo. Y nosotros continuamos… Os contamos nuestra experiencia de estos meses con EducaThyssen!

La cita es a las cuatro de la tarde en el museo un martes cada quince días. Para Dani y para mí, la cita de las cuatro empieza a las a las tres y cuarto. Con puntualidad inglesa, Dani se acerca a la Fundación Secretariado Gitano y desde allí, vamos caminando hasta la estación de tren de El Pozo, en Vallecas. Pues en ese minuto cero en que salimos por la puerta, nos ponemos en modo Thyssen y las prisas y los apuros del día se quedan como en suspenso… Es un momento de confidencias, de tranquilidad, quizá por la certeza de saber que adónde vamos nos espera un grupo lleno de buena gente y una aventura por descubrir con las actividades con las que el equipo de educación del museo nos sorprende siempre.

Si viene un tren de dos pisos, nos gusta subirnos al piso de arriba para ver el mundo desde lo alto y la conversación se va por distintos derroteros. La afición a los comics, el trabajo,  los planes de futuro, los quebrados que le ha explicado su profe de ECCA (¡hola Teresa!) y mil cosas más.

El tren llega a Recoletos. La escalera mecánica nos acerca a un mundo bien distinto al que acabamos de dejar apenas hace unos minutos. Es una oportunidad para conocer y reconocerse en este nuevo paisaje. ¡Cómo tres estaciones de tren pueden convertirse en una distancia sideral! Recoletos con sus jardines y fuentes, la plaza de Cibeles, el mendigo a quien Dani siempre da una moneda, Gran Vía, Alcalá, el Banco de España, el Pº del Prado y el Museo Thyssen. Son casi las cuatro y hemos llegado a nuestro destino. Y aquí ya estamos de nuevo como en casa.

Como en casa porque encontramos a Emilio, Ramona, J.Ramón, Carlos y Alberto, compañeros con los que trabajamos el curso pasado en la guía “Museo fácil” (ya estáis tardando quienes no la hayáis leído). Y les dimos un abrazo, sí, ¡un abrazo! Como en casa porque veníamos con la misma curiosidad y emoción por descubrir el nuevo proyecto de novela gráfica y conocer a las personas con las que íbamos a compartir vivencias durante varias semanas a lo largo del curso.

El grupo este año es más numeroso, es muy rico y diverso en edades, procedencias, culturas…Sin embargo desde el principio todo el mundo forma parte del grupo, nadie es extraño. Es un lugar acogedor, respetuoso, donde sentirse libre para crear, para expresarse, para escuchar, para superar miedos… Cuando oímos que Aitor, con la mejor de sus sonrisas, dice, “y ahora vamos a dibujar…” a Dani y a mí nos entran algunos sudores, porque, la verdad, no nos sale demasiado bien ¡¡jajajaja!! Pero, las palabras de ánimo y el reconocimiento al esfuerzo hacen la magia de que poco a poco disfrutemos de nuestras creaciones y nos atrevamos a nuevos retos. En superar retos Dani tiene varias medallas de oro.

Qué deciros de Novela gráfica, que me parece un proyecto magnífico, que he ido descubriendo y saboreando en cada sesión y también en la distancia. Recuerdo muy bien la última sesión en el museo. Durante cerca de una hora, con cuaderno y lápiz, nos perdimos por las salas del museo en busca de “nuestro” cuadro. De sala en sala, aunque imposible visitar todas, mirando aquí y allá, este sí, no, mejor este, pero es que este… había que tomar una decisión. Y elegimos nuestro cuadro. O eso creíamos…

Luego, en pequeño grupo, debíamos contar a Aitor aquello que nos había llamado la atención o motivado a decidirnos por ese cuadro. Y ahí, tuvo lugar otro momento mágico. Con sencillez, cercanía y afecto, a través de sus preguntas, propició un clima de escucha y de conexión increíble. Resulta que mirar hacia dentro, amplía el horizonte. (Os cuento un secreto: vuestras historias siguieron bullendo en mi cabeza y se transformaron en pequeños regalitos que ya no me dio tiempo a daros).

Y llegó la pandemia. Y se suspendieron las sesiones en el museo. Y nosotros continuamos…

Alberto creó un grupo de whatsapps y así todos hemos seguido conectados. Día tras día desde entonces el grupo hace gala de una energía desbordante, muy productiva y llena de buenas vibraciones.

Aitor nos ha ido enviando uno a uno los capítulos de la novela para que le fuéramos dando el visto bueno. ¡Cómo no!  Son todos muy bellos. Pero lo mejor, donde para mí vuelve a surgir de nuevo la magia, es que cada historia podría ser también la nuestra. Nos reconocemos en las historias de los otros porque ha sido certero como una flecha para encontrar lo esencial. ¿Quién no se siente conmovido por el recuerdo de sus seres más queridos? ¿Quién no busca momentos de paz o se reconoce en los paisajes de su infancia? ¿Quién no ansía la justicia o sueña con emprender un viaje hacia nuevas aventuras?

Como la Dama de Maerten van Heemskerck, Aitor ha ido hilando nuestras vidas, con sus diversos colores y sus variadas texturas, para tejer una novela única y hermosa que se ajusta de forma perfecta a cada uno de nosotros. ¿Verdad, Emilio? Y un inquietante secreto que nos ha desvelado el autor: que, en realidad, ¡somos nosotros los elegidos por nuestros cuadros!

Elena Andrés del Pozo

Fecha de publicación:
30 de Abril de 2020
Imagen
Mª Elena Andrés Andrés

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