En este post cuento mi experiencia en el área de Educación del museo y el impacto que han tenido para mi, por si pudiera servir para otras personas.

En primer lugar decir que escribo en representación de las personas que tienen una discapacidad, ya sea física o psíquica y en concreto de aquellas que han decido poner un remedio a esa situación poniéndose en manos de alguna asociación y concretando más, las que han pasado de su discapacidad y se ven en la necesidad de ayudar a los demás a pesar de todo y hacen algún tipo de apoyo o voluntariado, en este caso, en el Museo Nacional Thyssen Bornemisza, para los demás y para ellos mismos.

Tengo una discapacidad psíquica que me diagnosticaron el 23 de septiembre de 1993 como brote psicótico, aunque ya empecé a notar que algo me pasaba en la Universidad e incluso en C.O.U... A pesar de eso, he trabajado, poco, pero lo he hecho, pero iba deambulando de trabajo en trabajo y siempre dejándolo porque veía que la cosa no funcionaba, no me relacionaba y no me veía como una persona normal ante los demás, hasta que en el último trabajo se dieron una serie de circunstancias que me llevaron al límite. Aguanté todo lo que pude pero estaba ya en pleno brote.

Cuando la empresa cerró por quiebra yo me metí en casa y me tire 15 años encerrada en mi habitación, encogida, intentado no pensar, pero mi cabeza no me lo permitía, pensaba sola (me sigue pasando). Quiero que entendáis que han sido 15 años. Pensad por un momento lo que habéis hecho vosotros en quince años: estudiar, trabajar, salir de copas, casaros, arrejuntaros, tener amigos, reír, llorar, ir al cine, tomaros… ¿cuántos helados?. Es decir, todo lo que habéis hecho en todos esos años mientras yo estaba en mi cuarto sin hablar siquiera con mi familia, solamente para ir primero a mi psiquiatra, cosa que me ponía mala ya que no hacía más que salir de la cita y ya estaba pensado en la próxima salida para verle con lo que no me relajaba nunca, no había momento, y luego años más tarde, con Belén, su ayudante, todo esto cada quince días. Para mí, un calvario, sin encontrar las pastillas adecuadas ni solución a mi problema. Día tras día, año tras año, hasta quince. Reflexionad sobre la suerte que tenéis de haber vivido y no haber perdido 15 años de vuestra vida, quizá los más importantes.

En el 2008 hice el esfuerzo de entrar en el Crps Latina. El primer año solo hablé con la psicóloga.  No me relacioné con nadie. Cuando conocí a mi terapeuta ocupacional, Ana, en el 2009, me enseñó un papel con los distintos roles que tiene una mujer en esta sociedad y me preguntó con cual me sentía más identificada. Como maestra vocacional que soy , aunque sé que no podré dar clase nunca más, siempre me ha gustado ayudar a los demás y sobre todo intentar inculcar lo que creo yo que son los valores esenciales de las personas y los aspectos de estudio necesarios para tener una cierta cultura, y salió el voluntariado.

Pensaron que podría tener posibilidades en el Thyssen, que en ese momento estaba y está haciendo una labor excepcional debido a algunas personas como Alberto que trabajan allí y que colaboran con otras personas de igual valía personal de asociaciones, en ayudar a personas como yo, con una minusvalía, y me lo propusieron.

El primer contacto de este voluntariado en el que, como nos dijo Ana, se trataba de pasarlo bien, de observar, fue el 29 de Enero del 2010.

Lo primero que me extraño y gusto fue que Alberto en ningún momento me miro ni me trato mejor o peor que nadie, sino como una persona normal. Este primer día se puso a comentarnos como era la página web de EducaThyssen para que viésemos lo que estaban haciendo, y yo como una posesa cogiendo datos porque estaba un poco, más bien un mucho, disasociada de lo que son las nuevas tecnologías,  y no entendía ni jota de lo que decía. Pero callaba y escuchaba.

Por último ese día se llegó a la conclusión de que David, uno de mis compañeros, lo haría on line (tiene una expresividad y una iluminación interior que son admirables al igual que una sinceridad al escribir que abruma. Se expresa como un poeta y tiene sentimientos e ideas muy interesantes que te hacen pensar) y yo lo haría presencial. Cómo? yendo a los grupos que se hacían de otras asociaciones como observadora. Yo no hablaba, solo observaba a Alberto cómo se expresaba, movimientos, preguntas que hacía para llegar a conclusiones del cuadro en cuestión, cómo trataba a los distintos grupos según su edad y minusvalía, etc… Mi presentación al grupo me encantaba porque les decía: éstas son Ángeles y Luz Helena, sus colaboradoras, diciendo lo que estudiaban y hacían, y cuando llegaba a mí decía: y ésta es Raquel que va a estar con nosotros en la visita (ni mención del crps, ni de enfermedades, solo eso, al grano, que iba a estar ahí y el grupo no preguntaba. Lo aceptaba sin ningún porqué).

El 12 de Febrero empecé con el primer grupo que fue de Adultos Universitarios de la Universidad Juan Carlos I. Al principio no conocía a nadie por lo que me mantuve a la espera de que subiese Alberto del taller. Luego que si hablas de cosas triviales (triviales para ellos claro), que mira que cuadro más bonito (yo ni idea de quién era el cuadro ni la época), sí que luminosidad…, pero se iba manteniendo una relación, no con todas, pero si con las personas más abiertas. Fueron cuatro viernes y he dudado si era todos los días o un día a la semana. Con esto quiero decir que ni se me hacia horrible coger el metro, ni ir sola, ni si iba a meter la pata, ni el tener que sacar un tema de conversación para evitar el silencio. Solo iba y observaba, como dice mi terapeuta ocupacional, exploración, competencia y logro. En ese momento estaba explorando.

Para no extenderme más y habiendo estado en 5 visitas al Thyssen con grupos, el 19 de Abril ya me pedían un cuadro, el cual yo iba a explicar a todo el mundo que quisiese oírme el día de puertas abiertas del Thyssen. Ese día el Museo es gratuito. Cada asociación iba a llevar a uno o más representantes, cada uno para hablar del cuadro que había elegido. Había entrado en la etapa de competencia. Alberto nos dio información sobre el cuadro elegido y yo busque por mi cuenta. No sólo era un cuadro, era una época, una sociedad, cultura, economía, etc.. que debía repasar por si alguien preguntaba y por situarme yo y explicarlo con algo de serenidad.

El 23 de Abril  hubo otra sesión con mujeres que habían sufrido malos tratos y que iban con sus hijos. Lo resalto porque ese día aprendí mucho de ellas, aprendí a sonreír después de todo este tiempo. Me quitaron la sensación de que yo era el centro del universo y que todos los problemas los tenía yo. Empecé a pensar que, con lo que debían haber pasado (al igual que sus niños) eran capaces de divertirse, entusiasmarse, soltar bromas, sonreír e incluso reír olvidando por unas horas la vida que les había tocado vivir. No entraba en mi cerebro la idea de “reponerse” de lo que te ocurre en la vida o por lo menos incorporarlo a ella y vivirlo como mejor puedas hacerlo.

El 7 de mayo empiezo con el segundo grupo de personas adultas y después de una única sesión con ellos, me veo el 18 de mayo en la Jornada de Puertas Abiertas, delante de un cuadro, explicando a distintos grupos y personas que se reunían delante del cuadro y de mí. Unos pasaban, otros aplaudían, otros te daban las gracias, otros preguntaban y todo esto después de 8 días en el Thyssen con los grupos y habiendo estado como quien dice el día anterior 15 años encerrada sin hablar con nadie y mirando una pared durante 20 horas diarias.

Imaginaos la labor que tuvieron que hacer conmigo y lo cómoda que me debí de sentir para poder acceder a hacerlo y llevarlo a cabo. Además, me tuvieron que sacar con espátula porque me salté los descansos, me pase toda la jornada hablando del cuadro a las personas que me querían escuchar (nos había dicho Alberto que con cada grupo tardaríamos unos 8 minutos y yo me tiraba hablando con cada uno más de 40 minutos, sin darme cuenta, hablando y hablando) Incluso cuando ya me tenía que ir por la hora un grupo se me acercó y me preguntó si había acabado ya porque no lo habían podido escuchar y nada, dejé mis cosas, me volví a poner delante del cuadro y volví a empezar, a hablar y hablar, yo creo, que todo lo que no había hablado en esos 15 años de angustia. Además era lo mío, enseñar lo poco que sé, por lo menos creer que iban a aprender algo.

Cuando salí de allí el subidón que llevaba era tal que casi me hacía andar sin tocar el suelo, agotada, pero satisfecha. Y ésta fue la etapa del logro.

No fue fácil, pero he aprendido, que para mí no hay ni habrá nada fácil de empezar ni hacer. Lo he de asumir porque si no  volvería al principio.

Y os preguntaréis y ahora qué. Pues empiezo otra nueva etapa en el Museo, con Alberto y Ángeles y aunque desde Junio no estoy en mi mejor momento, con personas como las del Crps y Alberto, cada una en su ámbito, que te explican, ayudan y todo lo que se os ocurra, y que han hecho que lo vea todo distinto y no me haya vuelto a encerrar en casa, sino que han hecho que entienda mi enfermedad, qué la produce y qué es lo que debo controlar (se aprende también de las adversidades), vamos todos juntos a dar otro pasito más hacia adelante en la acción de voluntariado que supongo será hacer un poco el trabajo que hacía Luz Helena que se nos ha ido. Así que a pesar de que me cuesta un riñón no he dejado de ir a las actividades del Crps, porque son ocupaciones que te dan sentido y vamos, hoy estoy aquí hablando con todos vosotros, con bronquitis, que conste, que no me privo de nada coño.

Resaltar por último una palabra que he aprendido gracias a Ana y que creo que expresa toda una vida. Esa pequeña palabra pero que abarca toda una vida y que además os sonará, es la resiliencia. Ese afecto que se necesita para no desarrollar una enfermedad o para salir de ella no la encontré nunca en mi familia. La he encontrado hace 3 años en el Crps y en el Thyssen este año donde he podido descubrir, cosa que creía que no había, gente con integridad, buena, que se preocupa por los demás y no sólo de trabajar por dinero y que tiene esa iniciativa de crear situaciones como esta que ayudan, estoy segura que para ellos a demasiadas pocas personas porque no lo saben o no hay días suficientes en el año, pero en realidad a muchas en calidad porque hacen que te sientas libre por un momento, por  lo menos en mi caso de  mi cabeza, que no os podéis imaginar lo que puede llegar a ser de necesario para descansar un poco. No solo cansa lo físico, también lo psíquico te deja agotada y ellos han hecho posible, ambos, Alberto y Ana que en el Thyssen junto a Ángeles y Luz Helena, se palíe ese círculo vicioso.

Como suelen decir cuando no tiene nada no necesitas nada, pero cuando encuentras y consigues algo, quieres más. Eso es lo que me está ocurriendo a mí, sólo espero no volver atrás y además ahora creo que se me escapa el tiempo. Cada día aprendo una cosa nueva de las personas observándolas y solo sé que si tú te das como persona, recibes la recompensa de que el otro te responda positivamente. En este momento es lo único que necesito. Afecto, cariño, aprender a darlo y recibirlo. Es la única forma de ser feliz o empezar a serlo, aunque no lo estés plenamente, que puede que sea imposible en todos los ámbitos,  pero incluso no  estando en mi mejor momento, intento ser mejor persona cada día, dentro de mi minusvalía. He de devolver lo que me han dado y me están dando. Hay que sentirse a gusto consigo mismo para poder hacer las cosas (exploración, competencia y logro) de forma correcta.

Fecha de publicación:
20 de Septiembre de 2018
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Raquel Soto

Comentarios

Alberto Gamoneda
Alberto Gamoneda

Raquel, ha sido un privilegio y un placer para todos los compañeros del Área poderte acompañar en esta experiencia.¡Gracias por tu ejemplo¡

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